En su último artículo publicado en El
Semanal Arturo Pérez-Reverte da noticia de un mendigo al que ve
desde hace años.
Según su relato, este menesteroso
todavía tiene la cabeza en su sitio y produce dolor la situación en
que se encuentra. Proliferan en los medios los anuncios para
'triunfar' en la vida; también hay entrevistas con personas que
dicen conocer el secreto para conseguirlo. No hay, en cambio, ningún
anuncio sobre cómo ayudar a levantarse a quien se ha caído.
Alguien, cuyo nombre no recuerdo, dijo:
'si sabes nadar y se está ahogando alguien tienes la obligación
moral de salvarlo, salvo que se trate de Aznar o Bush'. Esta
coletilla final, con la que se pretende reforzar lo primero, hace el
efecto contrario, porque si para su autor Bush y Aznar no merecen ser
salvados, para quien está contemplando cómo se ahoga alguien puede
pensar que es precisamente quien se está ahogando el que no merece
ser salvado. En realidad, es habitual esto último. Son más los que
tratan de impedir que quien está en apuros logre salir de ellos que
los dispuestos a echar una mano.
En la infancia y en la vejez, sobre todo
si la salud flaquea, es lógico el egoísmo. Hay que emplear las
fuerzas de que se dispone en sobrevivir. Pero en los años de madurez
el egoísmo sobra. El ser humano es un animal social y todos
necesitamos de todos. El modo en que la sociedad trata a los más
vulnerables muestra su grado de desarrollo.
Si la sociedad española tuviera más
madurez volvería la espalda a todos esos políticos que explotan y
fomentan el egoísmo y los bajos instintos y atendería más los
responsables procuran, con hechos, el bien común.
A cualquier persona bien le gustaría
saber que el mendigo del que habla Pérez-Reverte había encontrado
un punto de apoyo en las instituciones que le permitiera encontrar la
vía para reincorporarse a la vida normal.
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