miércoles, 13 de diciembre de 2017

Vándalos en Valencia

Va el tipo y dice «no sé qué interés puede tener lo que diga una persona de fuera sobre el Palau de Les Arts».
La persona de fuera en este caso es Plácido Domingo y el tipo que dijo la barbaridad es un alto cargo del gobierno valenciano.
Tantos siglos de civilización para esto. Los griegos contemporáneos de Homero se habrían escandalizado al oír la salvajada.
Como si el haber nacido en un sitio otorgara algún derecho extraordinario. Puede haber gente nacida a miles de kms de distancia que pueda tener más derechos sobre los edificios históricos de mi pueblo que yo, por haber dedicado más tiempo a su estudio, por conocer mejor sus  virtudes y defectos, por poner más interés en su conservación.
El Palacio de las Artes es un lujo para Valencia, tal vez un lujo excesivo, porque el dinero escasea, pero una vez construido y en funcionamiento hay que tratarlo con esmero. Es una maravillosa obra arquitectónica, aun contando con algunos errores, un prodigio técnico. No pueden venir ahora unos vándalos, que se creen los dueños, con criterios pueblerinos y reduccionistas, a arramblar con todo.
El amor de Plácido Domingo por el Palacio es mayor que el de todo el gobierno valenciano en pleno y cualquier indicación suya sobre el mismo es más conveniente para los valencianos que la de sus coyunturales administradores. Cuando dejen sus cargos se olvidarán de todo, lo que no ocurrirá en el caso del genial barítono y tenor, cuyo aprecio por el singular edificio no se alterará a causa de las circunstancias.
Causa pavor que a estas alturas de la historia haya gente capaz de referirse a otros como «los de fuera» y que además tenga mando en plaza. Es terrible que esas ideas no se hayan erradicado del imaginario colectivo, sino que además proliferen. En cualquier caso ha de quedar constancia de que no remiten al mundo civilizado, sino al tribal.

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