Es
evidente que si se hila fino no hay nadie que sea inocente. Uno que
no ha movido un dedo por los indefensos promete que el año que viene
irá claramente mejor. También es cierto que en España casi nadie
mueve un dedo por los indefensos. Como mucho, los utilizan como
coartada. Y les exigen el voto (es que es de tontos que los pobres
voten a las derechas).
Rubalcaba
ha dicho que pone la mano en el fuego por Pepiño. Yo creo que
Rubalcaba es capaz de poner no una mano sino las dos por todos, menos
por él. ¿Quién mejor que él mismo para saber todas las que ha
hecho? (González Pons se desgañita diciendo las tonterías de
siempre, y todos se lo toman a guasa. Sin embargo, en su partido lo
aprecian. ¡Qué cosas tan raras tiene la política española!).
Pepiño
es inocente, claro. Creía que no lo iban a pillar en la gasolinera.
En España se ha impuesto la costumbre de dar los cargos más
importantes a los tipos más ineptos que vagan por el territorio
patrio. Y así nos va. No sólo en la política. También en los
bancos y cajas de ahorros. E incluso en la prensa. No hay más que
ver en cómo va quedando El País. O ese otro que preside un Grande
de España, y que va dejando claro que detrás de la palabra Grande
no hay nada que la sostenga. Entre otros.
Pepiño
es inocente, claro. De algo ha de ser inocente. Como todos. De las
maldades que ha hecho en el desempeño de sus cargos no lo es, pero
en esto, como también ocurre con los demás políticos, rige la ley
de la impunidad. Gastan grandes cantidades de dinero público en
cosas que perjudican a la mayoría y la única reacción que
consienten es el aplauso incondicional.
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