En
cierta ocasión quise ver un vídeo de Gabilondo, y esos gestos suyos
mediante los que trata de llevar al espectador a su terreno, esos
giros de voz, con los que intenta hacer pensar que su modo de ver el
asunto es más inteligente, pudieron conmigo. Es decir, me quedé
totalmente dormido.
Este
señor es peligroso para mí. Días más tarde iba conduciendo y sin
saber por qué me vino a la mente ese vídeo y tuve que hacer grandes
esfuerzos para cambiar de pensamiento y despejar el sopor que me
invadía.
Pero
algo me llega de lo que hace él, así que he sabido que ha dedicado
uno de sus sermones a las víctimas del terrorismo. Y no estoy de
acuerdo. Sólo faltaba que las víctimas, con el atentado particular
de cada una de ellas, hubieran perdido también derechos.
Las
víctimas tienen no sólo el derecho sino también la obligación de
exigir que los etarras sean perseguidos por la justicia, cazados,
juzgados, condenados y que luego cumplan las penas que les hayan sido
impuestas. Todo lo que no sea eso es una traición a las víctimas y
a las personas decentes. Iba a decir que a la sociedad en general,
pero me doy cuenta de que a una parte de ella disfruta con el dolor
ajeno.
Los
atentados terroristas alcanzan directamente a unas pocas personas,
pero la finalidad es la de aterrorizar a todas las demás, por tanto
es una exigencia moral que se persiga a los terroristas y se les
trate según la ley.
Que
los partidos hayan querido aprovechar electoralmente el asunto etarra
es una traición a las víctimas y a la sociedad.
Por
supuesto que las víctimas tienen derecho a hablar de política.
Eduardo Madina, por ejemplo, se dedica a la política. Nos puede
gustar más o nos puede gustar menos lo que hagan o digan, pero no
por eso dejan de ser víctimas del terrorismo, ni ciudadanos.
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