lunes, 12 de septiembre de 2016

La diada: viaje a ninguna parte

Sé que debería escribir diada con mayúscula, pero eso sería dar demasiada importancia a una celebración que se ha convertido en una ridícula exhibición de odio al resto de los españoles, que además está totalmente injustificado.
En los hospitales hay médicos que se echan las manos a la cabeza cuando ven que se usan productos de Grifols. El proceso del empobrecimiento de Cataluña está en marcha. O sea, la vuelta a los orígenes.
Si en lugar de Portugal se hubiera independizado Cataluña, ahora esta región seguiría siendo pobre y anhelaría integrarse en España. De hecho, la mayoría de sus habitantes serían inmigrantes en España y todos los catalanes, incluso los que vivieran en Cataluña hablarían español.
Cataluña comenzó a enriquecerse durante el largo reinado de Felipe V, que jamás aprendió a hablar español y se rodeó de ministros franceses. Luego vino la también larga era del proteccionismo español hacia los productos catalanes, lo que supuso que los ciudadanos españoles tuvieran que hacer un gran esfuerzo económico, dado que los paños catalanes eran mucho más caros que los ingleses. Y ya con Franco llegó la apoteosis para Cataluña. Fue la región que más veces visitó y la que más se enriqueció durante su mandato.
Todo lo anterior no cuenta para los catalufos, porque el virus del nacionalismo ciega a quienes se contagian. No hay modo de hacerles ver que están siendo dirigidos hacia el precipicio por una banda de ciegos. Parece mentira que unos botarates tales como Puigdemont, Junqueras o Colau puedan dirigir grandes masas. Pero ahí están los hechos.
El caso es que lo que quieren no lo van a conseguir, porque no puede ser y no tienen razón y lo que sí van a conseguir, que es la ruina de Cataluña, tampoco puede considerarse que sea de justicia poética, porque es malo para todos. Lo único bueno será que una vez empobrecida Cataluña se habrá acabado el problema catalán.

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