A estas horas, cuando ya ha sido
analizada por especialistas en la materia la llamada ‘Ley de
Transitoriedad’ que se han sacado de la manga Puigdemont y quienes
le acompañan en su delirante aventura, cabe decir que ésta tiene
la misma categoría que un excremento cualquiera.
Vistas las cosas de forma racional
resulta difícil de entender que quienes han evacuado semejante cosa
tengan seguidores, pero ya se sabe que lo de la racionalidad es un
mito, el ser humano ni es tan humano, ni es tan racional. Lo entendió
muy bien J.Pujol, que convenció a muchos para invirtieran sus
ahorros en la compra de acciones de Banca Catalana, porque así
ayudaban a la ‘patria’ al tiempo que ganaban dinero, y cuando lo
habían perdido todo los volvió a convencer, esta vez para que por
amor a la ‘patria’ accedieran a reducir el valor nominal de las
acciones, que era de 500 pesetas, a 0 pesetas. Y estuvieron de
acuerdo y así se hizo.
Después de eso ya estaba claro que a
esos ‘patriotas’ se les podía tomara el pelo de todas las
maneras posibles y no han parado desde entonces. El dinero de los
impuestos, no sólo el de los catalanes, sino también el del resto
de los españoles, se viene gastando de la más improductivas para
los ciudadanos que se pueda imaginar, mientras los políticos que se
han adherido a esta política demencial y sus paniaguados y
subvencionados varios perciben cantidades astronómicas cada mes.
Algunos han hecho del insulto y del agravio al resto de españoles su
modo de seguir en el candelero, para seguir figurando en las listas
electorales.
A Puigdemont se le ven ganas de salir
huyendo de una pareja de mozos de escuadra que haya recibido la orden
de detenerlo. Cree que será un momento de gloria para él. Corriendo
por la calle melena al viento y los mozos que lo persiguen
resbalándose cada vez que lo van a alcanzar.
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