Se da la circunstancia, además, que las
personas sectarias capaces de apoyar a Colau únicamente porque la
consideran de su cuerda, sin importarles lo que haga, se ríen,
porque consideran que tiene una falta de ortografía si ven escrito
Otegui de este modo. Es decir, también simpatizan con el etarra.
Como todo el mundo sabe, el
comportamiento de Colau con el Rey fue distinto. Y cabe la
posibilidad, a pesar de sus pocas luces, que lo que le dijo a Felipe
VI fue claramente inconveniente y cerril, pero lo que quería era
poderlo contar, porque aunque a la mayoría de los ciudadanos les
pareciese mal, a sus votantes, que necesariamente han de tener el
cerebro embotado, les gustaría mucho.
Colau no es la única persona del mundo
que siente simpatía por el etarra Otegui, muchos nacionalistas
corrieron a fotografiarse con él, y eso es una prueba más de que el
nacionalismo saca lo peor de las personas. Sin los nacionalistas el
terrorismo no habría podido sobrevivir tanto tiempo en España. Está
por ver que el nacionalismo haga algo bueno, salvo que se considere
que sembrar odio es bueno.
Colau está mucho más cerca moral e
ideológicamente de quienes disfrutan destrozando todo, el orden
constitucional, la convivencia cívica, lo que sea, que de quienes se
esfuerzan en que todo esté en orden y podamos vivir en paz.
El Rey prestó un gran servicio a los
españoles con su discurso del 3 de octubre, pero como el
agradecimiento es propio de los espíritus elevados, los
nacionalistas están incapacitados moral y éticamente para
entenderlo. También ha acudido a Barcelona a defender algo
importantísimo para España, pero sobre todo para esa parte de
España que se llama Barcelona y que tiene a una alcaldesa tan
lamentable como Colau. El Rey cumplió con su deber, a pesar de que
sabía que no todos iban a hacer lo mismo y que, por tanto, tendría
que soportar desplantes y groserías.
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