Lo que dijo exactamente la ministra Celaá
es lo siguiente: «No
podemos pensar que los hijos pertenecen a los padres». Esta
manera de pensar debe de ser propia de Cuba, de China o de Corea del
Norte, pero en un país democrático es decididamente estúpida. O
rematadamente torpe. Cuando logre imponer la dictadura que, sin duda,
pretende este gobierno, la ministra, que se hizo acompañar por otras
dos, de las que es mejor no decir nada, podrá hablar así.
Por
supuesto que los hijos son de sus padres. Los tienen, se sacrifican
por ellos y
procuran prepararlos para la vida.
El
Estado, por la cuenta que le trae, ha de dar educación a los
jóvenes, porque constituyen el futuro de la nación. Y tiene la
obligación de velar por los más vulnerables, entre los que están
los menores de edad. No
todos los padres cuidan a los hijos como debieran, y
en este punto es cuando debe intervenir el Estado en beneficio del
menor. Pero
ha de hacerlo por mediación de un juez.
Por
otro lado, el Estado español abandonó hace tiempo su obligación de
velar por los menores al traspasar las competencias de Educación a
los gobiernos regionales, que
las suelen utilizar para adoctrinarlos, lo cual es infame. Un
niño adoctrinado tiene muchas posibilidades de acabar, más pronto
que tarde, en manos de los profesionales de la salud mental o,
si no recurre a ellos, palpablemente enajenado, como se observa en
los delirantes separatistas catalanes.
A
los jóvenes hay que prepararlos para que busquen la verdad por sí
mismos, pero
este gobierno, formado y apoyado por personas cuya maldad está
contrastada, pretende
inculcarles posverdades, o sea, mentiras
flagrantes y, claro, los padres tienen todo el derecho del mundo a
protestar. Del
mismo modo que el Estado tiene la obligación de defender a los niños
de los malos padres, éstos la tienen de defender a los hijos de los
Estados nefastos.
'El Parotet y otros asuntos'
'Diario de un escritor naíf'
'Yo estoy loco'
'Valencia, su Mercado Central y otras debilidades'
'1978.El año en que España cambió de piel'
'Tránsito en la mirada'
'Te doy mi palabra'
'Diario de un escritor naíf'
'Yo estoy loco'
'Valencia, su Mercado Central y otras debilidades'
'1978.El año en que España cambió de piel'
'Tránsito en la mirada'
'Te doy mi palabra'
No hay comentarios:
Publicar un comentario