Eso dice Puigdemont y tiene razón, pero
con un pequeño cambio, porque él se refiere a España y es una
parte de España, concretamente en la región catalana en donde se
dan unos comportamientos tan antidemocráticos y tal desprecio de la
legalidad que cabe pensar que en pocas partes del mundo los
sinvergüenzas puedan actuar con tal descaro.
Puigdemont es carne de presidio y además
le urge que se cumpla su destino. Pero no debería impacientarse,
debería bastarle con fijarse con que todos los que en algún momento
han representado algún problema para Rajoy han desaparecido del mapa
y lo han hecho para siempre, así que ya debería ser consciente de
que está en la agenda y que cuando menos se lo espere irá preso,
para befa y escarnio de los que ahora le aplauden.
Los empresarios catalanes se han dado
cuenta de que se aproxima el desastre. ¡Alabado sea el Señor! ¡Por
fin! Esto se viene fraguando desde 1978 o desde antes, pero en ese
año se concretó el camino que iban a seguir y que ellos mismos han
estado alentando y financiando. Y ahora estos sesudos empresarios,
tan circunspectos y pagados de sí, tan formales, se han dado cuenta
de que ese camino no lleva al paraíso, sino al infierno. Pues como
no den un golpe de mano y destituyan a Puigdemont...El desprestigio
para Cataluña y para ellos está adquiriendo unas dimensiones
inconmensurables. Sólo faltaba que se unieran a la fiesta Otegui,
Assange, Iglesias, que entre novia y novia encuentra tiempo para
ensuciar más cosas…
El nacionalismo hace mucho daño allá en
donde echa raíces. En el campo de la moral también. Se está
perdiendo el sentido de la responsabilidad, ya no se piensa en
contribuir al bien común, sino que se ha instalado en el ánimo de
muchos el derecho a satisfacer caprichos. La gente necesita
‘sentirse’ algo y si no se ‘siente’ no mueve un dedo.
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