Como señala nuestro monarca, negar al otro es como matarlo. Es como si estuviera muerto para quien lo niega. Como decirle: no tienes derecho a vivir.
El problema es que esta dinámica, natural en los nacionalistas, la impulsó en España el PSOE, que no acaba de digerir la derrota de la guerra civil. Como si Franco le hubiera quitado de la boca un caramelo que ya paladeaba. De hecho, no lo deja morir, a pesar de que ya lleva tiempo muerto.
En aquellos primeros tiemp0s de la democracia, la mayoría de los españoles deseaba la reconciliación. El gobierno de Felipe González podía y debía haber resarcido a las víctimas del franquismo, lo cual habría sido comprendido por la sociedad de entonces si se hubiera hecho sin intención de obtener réditos electorales por ello. Pero ese gobierno estaba a otra cosa, que era el disfrute del poder y de presumir de superioridad moral e intelectual ante las gentes de derechas, que mayoritariamente se dejaron acomplejar, porque los partidos de derechas también.
Demolida la UCD desde dentro, y crecida Alianza Popular, luego Partido Popular, sobre sus ruinas, no encontró nunca un líder, hasta la aparición de Ayuso, capaz de sacudirse complejos y plantar cara. Feijóo, que no se entera, pero que hace de tapón para que Ayuso no pueda ocupar el lugar que se ha ganado, dice que votaba a Felipe González.
De dignidad habla el Rey, que es de los pocos que tienen. Ningún mamón, y en la casta política abundan, puede hablar de dignidad, porque no sabe lo que es. Se refieren mucho a ella, el propio Sánchez, ignorante donde los haya, se cree capaz de definirla. Después de haber dado tantas muestras de indignidad y de continuar por el mismo camino. Ninguno de sus ministros o socios es digno.
Dignidad es, por ejemplo, tratar al Rey con el respeto debido. El Rey representa a todos los españoles.
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