Hay que convenir en que Ayuso tiene razón cuando cataloga así al gobierno. Es motivo de admiración que conteste sin complejos a quienes la atacan con mentiras.
Cuando el actual gobierno valenciano toma medidas que no convienen al negocio -negocio- catalanista, los panfletos y el sanchismo sociológico protestan y hasta se manifiestan con argumentos que no se sostienen. Mazón da dinero a entidades catalanistas, como la AVL, el CVC y otros, y mantiene la televisión valenciana, reabierta por Chimo Puig para familiarizar a los valencianos con el engendro de Pompeyo Fabra. A mí no me molesta que se hable, lo que me indigna es que se gaste dinero público en imponerlo o difundirlo. Los valencianos somos los españoles que más impuestos pagamos, así que hay que ir suprimiendo todo aquello que no sea estrictamente necesario. Mazón debería informarse, para poder contestar a los catalanistas como se merecen y no ceder ni un palmo frente a ellos.
Esa es la gracia que tiene Isabel Díaz Ayuso, que siempre da la cara, no se arredra ante las dificultades, motivo por el que todos aquellos envidiosos que la atacan de forma traicionera -siempre ocurre así- van mordiendo el polvo. El último en caer ha sido el fiscal general. No ha dimitido, pero es que si lo hiciera no se entendería que el Felón no obrase igual. Así, si no dimite nadie y actúan todos como sicarios suyos, lanzando insidias y falsedades contra Ayuso, se hacen la ilusión de que continúan dominando el panorama. Pues no, porque mientras la presidenta de Madrid se apoya en la verdad, ellos navegan en el mar de la ignominia y cualquier día se van a ahogar. No tienen escapatoria. Han hecho tantas barbaridades, en la confianza de que iban a quedar impunes, que ya no pueden dar marcha atrás. Palmo a palmo, la justicia va cercando a los caraduras, mafiosos, estalinistas y tiranos.
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