Es curioso que quienes están dentro de la ciénaga critiquen a quienes también están dentro, pero más abajo. La única manera de tener derecho moral a hacer esa crítica consiste en salir de la ciénaga, o sea, dimitir.
La Constitución prohíbe expresamente el voto imperativo, pero los partidos lo imponen e incluso multan a quienes la obedecen. Eso es lo que permite que la presidencia del gobierno esté ocupada por un felón, ya que todos los diputados de su partido le obedecen con el fin de poder seguir siéndolo.
De modo que uno de los artículos de la Ley Fundamental que más razón de ser tiene es el más incumplido.
Si los diputados del PP y de Vox hubieran tenido que votar en conciencia, habrían tenido que leer la propuesta de ley que finalmente salió adelante con sus votos, aunque de todos modos hubiera salido. Y puesto que tenían que votar lo que les ordenaran se ahorraron el esfuerzo. Ahí está la responsabilidad de los presidentes de esos partidos. Quizá ellos no se den cuenta, o acaso se hagan los bobos.
Pero que la responsabilidad máxima recaiga en los dirigentes no disminuye un ápice la de los diputados. Por vergüenza torera, por respeto a los ciudadanos que les pagan el sueldo, debieron haber leído el texto. Si no lo hicieron, solo les queda, moralmente, una opción.
Hay partidos a los que no he citado aún. Al PSOE, de refilón, como subordinado a Sánchez en cuerpo y alma. Y a estas alturas, después de todo lo que le han tragado al Felón, es evidente que ni la ética, ni la moral, ni nada que huela a decencia les importa ni preocupa. Solo cobrar todos los meses y acaso presumir.
Los demás partidos son decididamente peores que el PSOE. Son antisistema, por lo que causa perplejidad que el sistema los permita.
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