La Televisión Española, El País y todos los demás panfletos ya tenían la artillería preparada para el caso de que el juez Peinado le hubiera retirado el pasaporte a Begoña, pero el juez ha hecho lo que los pescadores de caña que tienen una buena pieza prendida del anzuelo: darle carrete.
La ha citado para el 18 de diciembre, con lo cual sigue conservando la iniciativa. Claro que ella se puede quedar en Brasil para toda la vida, creándole un problema a Lula mientras tanto, como si no tuviera bastantes. Tal vez sería mejor que se quedara allí, pensarán más de cuatro, con buen criterio. Porque cuando vaya a juicio oral, y todo parece indicar que ocurrirá eso, el caso será un espectáculo. Los panfletos echando espuma, la televisión diciéndolas gordas, y en el juicio habrá un tribunal intentando averiguar la verdad, que yo no sé cuál es, pero parece ser que hay posibilidades, según lo que se pruebe en el juicio, de que sea condenada a pena de cárcel. Y esto es algo que ni Pedro ni Begoña parecen entrever. Si se dieran cuenta llevarían cuidado con todas las afirmaciones que hacen y tomarían en serio a los jueces, no solo a Pumpido.
En el presidio, sus compañeras se le van a reír y le van a echar en cara todas las cosas que hace y dice ahora. A ver cómo les cuenta a ellas que es víctima de una cacería política y que su labor como fundraiser era muy seria y buena para la economía del país. En realidad, todo lo que viene, con respecto a este caso, dirán algunos que es apasionante, pero no es cierto, es bochornoso. Y se van a enterar en todo el mundo, se están enterando en todo el mundo, y los españoles estamos quedando muy mal por soportar mansamente semejante embrollo.