Recapitulemos someramente: es doctor plagio mediante y últimamente ha salido a la luz que su tesis contiene más de cien errores de bulto. Hay que recordar también sus opiniones previas sobre los plagiarios y su amenaza de interponer querellas cuando se descubrió el suyo.
Es notoria su aversión a la verdad, dado que no le permite conseguir sus anhelos, y su consiguiente apego a la falsedad. Practica lo contrario de lo que prescribe para los demás e insulta gravemente y sin apoyarlo con datos fiables a quienes se interponen entre él y sus deseos.
Envilece a todo su entorno, a todos los que le siguen y convierte la política en un estercolero. No hay traición que no haya cometido y en el caso de que le quedara alguna por hacer, será por desconocimiento o pereza, porque si no es para conseguir un beneficio no se mueve.
Ahora ha dicho algo que nadie más se habría atrevido a decir antes, porque habría sido catalogado enseguida como cretino. Se trata de eso de que la revancha o la venganza no son principios constitucionales. Como ha salido de su boca, todos los que previamente se habían envilecido se han puesto a defenderlo. No es posible. Eso es de una cortedad intelectual y de una carencia ética que causa pasmo.
El porvenir de una persona cuyo narcisismo no cabe más que catalogarlo como patológico, porque de no ser así todo lo anterior no podría ser, en tiempos pasados, cuando existían los manicomios, sería el de pasar largos periodos sujeto con una camisa de fuerza.
Veremos lo que ocurre cuando deje de ser el presidente, lo que ocurrirá más pronto que tarde, porque el ciclo ha cambiado y aunque Casado juega a su favor, esa ayuda no será suficiente para que tenga que dejar La Moncloa y a partir de entonces la frustración será una constante en su vida.
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