La carta de este señor que fue capaz de
hacer un escrache a Rosa Díez y todavía no se ha disculpado por
ello (y a pesar de tanta indignidad pretende ser presidente del
gobierno), es, como todo lo que nace de él, un cúmulo de
despropósitos.
Lo que debería hacer, en lugar de dar
lecciones de democracia a Francia, es hacer esas mismas
recomendaciones a los actuales gobiernos de Cuba, Venezuela, Irán,
Bolivia o Ecuador, por citar algunos a los que les vendría bien.
Que le exija al presidente del gobierno
español más democracia, cuando él, según se desprende de sus
actuaciones y manifestaciones públicas, no tiene ni idea de lo que
es la democracia, es un sarcasmo. Baste recordar que ha prometido un
referéndum en Cataluña. O sus opiniones sobre los etarras.
Pide en su carta a Rajoy un Consejo de la
Paz y habla de Derechos Humanos. Alguien cuya relación con las
víctimas del terrorismo es nula no tiene ninguna legitimidad para
hablar de Derechos Humanos.
Por otro lado, el hecho de pedir algo así
tras unos atentados tan horribles es de un cinismo inconmensurable.
Lo que conviene es tomar todas las medidas que sea posible para
evitar otro atentado. En ese sentido, lo que conviene no es un
Consejo de Paz, sino de Guerra. Hay que intentar desactivar los
viveros de terroristas que sin duda hay en el mundo occidental. Y si
hay que cambiar las políticas con los inmigrantes, se cambian. Quizá
lo más urgente sea obligar a los inmigrantes a convertirse en
demócratas, cosa que resultaría muy saludable en países como
España, porque obligaría a los nativos, y entre ellos a Pablo
Iglesias, a serlo también.
Todos tendrían que aprender que en
democracia la ley está por encima de todo, que hay igualdad entre el
hombre y la mujer y que hay libertad religiosa. Son tres cosas que
parecen fáciles, pero que en España son desconocidas por muchos.
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