Hay que insistir, porque los hay que lo
niegan, en que la fiesta de los Reyes Magos es imprescindible para
los niños, porque sirve para dar tintes de verosimilitud a ese mundo
al que los transporta su imaginación y que les ayuda a soportar
mejor las miserias de la realidad, de la que ya no se puede escapar
una vez que no hay más remedio que entrar con todas las
consecuencias.
Los niños necesitan creer que esos seres
mágicos en quienes tienen depositada su confianza existen de verdad.
Quienes manipulan a los niños politizando la cabalgata de Reyes son
unos seres depravados y conociendo a ciertos individuos no extraña
nada que lo hagan.
Hay personas mayores que imitan a los
niños y también se piden su regalo de Reyes. Sabemos perfectamente
lo que les ha pedido Pedro Sánchez. Es fácil: un falcón. O mejor
dicho, el derecho a usarlo. Para él, los reyes son todos los
ciudadanos que pagan impuestos. Tratará de engatusarlos. A los
jubilados les ha subido la pensión, pero calla que la pagan los
trabajadores en activo. O sea, les quita a unos para dárselo a
otros, como Robin Hood. Es un Robin Hood de pacotilla. También
querrá que le voten los trabajadores. A éstos trata de engatusarlos
diciéndoles: ¡Somos la izquierda! ¡Ah, la izquierda! Pero no se
priva de ningún lujo, mientras que a los trabajadores les impide que
los tengan, porque los fríe a impuestos.
Los trabajadores les podrían pedir a los
Reyes Magos que hagan que el gobierno les alivie la carga fiscal que
soportan, suprimiendo todos esos chiringuitos que se tiene montada la
casta política para colocar a sus familiares y amiguetes y que si
desaparecieran no pasaría nada, porque son prescindibles. Pero saben
que no les caerá esa breva. Lo que deberían pedir, para ser
realistas, es que no les pongan ningún impuesto más.
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