Los carnavales de Cádiz son como son y después alguna comparsa lanza un pasodoble al mundo y una vez hecho esto no quieren que nadie lo aproveche. Pues que no lo lancen. La cuestión es la siguiente: Sánchez, tan preocupado por sí mismo, le preguntó a Máximo Huerta, que había ido por lo suyo, ¿cómo pasaré a la historia? La pobre historia tratada de cualquier modo, como si no fuera más que una medalla que se ponen algunos.
La función de la historia no es esa, sino que, como han dicho muchos, su función sería la de evitar que se repitan errores. El caso es que se repiten y la prueba es que tenemos un presidente del gobierno que es idiota. Y, además, no lo sabe. Se tiene por resiliente y para él la resiliencia consiste en ir a Waterloo a pedirle a Puigdemont que por favor lo ayude a seguir en el cargo. Y lo mismo con Otegui, Junqueras, Aitor… Sánchez está cambiando el diccionario, es decir, algunos conceptos, que antes significaban una cosa y ahora lo que él quiera.
Siempre está presumiendo de demócrata, sin darse cuenta de que nadie, de ninguna parte, lo cree, y al mismo tiempo intenta tenerlo todo absolutamente controlado. Cuando caiga, los jueces de izquierdas no sabrán dónde meterse. Después de haberse mostrado tan sumisos al Puto Amo, como le llamó uno de sus ministros, nadie podrá creer en su imparcialidad.
No hay nadie de su entorno que se atreva a no obedecer, y en estas condiciones sacar a relucir a Franco es infantil, pero es tan bobo que tampoco se entera. Ser bobo no es incompatible con ser malvado.
A todo esto, ha llegado la comparsa El Corazón de Cádiz para explicar cómo se le recordará: como un perro sin honor y el cabrón que traicionó a toda España. Y es que es así, está haciendo mucho daño.
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