Y es lógico que lo haga. Para este
sinvergüenza, presunto delincuente, prófugo, como para todos los
nacionalistas, con mayor o menor grado de locura, quienes no se
tragan sus bolas pasan a ser considerados directamente fascistas,
botiflers o cualquier cosa mala que se les ocurra.
Esa es la cuestión, los nacionalistas no
soportan la disidencia y la menor objeción a cualquiera de sus
mentiras convierte en enemigo a quien la haga. Urge, por tanto, la
ilegalización en todos los países democráticos y fundamentalmente
en la Unión Europea y sobre todo España, que es la que nos pilla
más cerca, de todos los partidos nacionalistas y limítrofes, porque
la habilidad que tienen los nacionalistas para disfrazarse de
socialistas, o lo que sea, es digna de estudio y catalogación.
Juncker ha dicho que el nacionalismo es
veneno y eso es una verdad más grande que la catedral más grande.
El nacionalismo es veneno y ya se va viendo como enturbia las mentes,
nubla el entendimiento y endurece el rostro de quienes lo abrazan. Es
imposible que haya alguien en el mundo que tenga la cara más dura
que Puigdemont. Igual, sí. Hay muchos que tienen la cara igual de
dura que él. Se les han pillado sus mentiras, se han puesto en
evidencia y siguen lanzándolas, por el único motivo de que saben
que hay un público que las quiere creer.
El nacionalismo es veneno y hay un vídeo
reciente en el que Rahola arroja mucho sobre Millo, que soporta la
embestida sin despeinarse, mirando al tendido, como hacía El Litri,
para después tomar directamente los trastos de matar y lanzar la
estocada certera, porque se lo habían puesto fácil.
¡Ah!, los nacionalistas qué mal están
de la cabeza, como acuden, como si fueran patos, Pérez-Reverte, como
si fueran patos, a comerse el pan que les echan los manipuladores,
que, como dice Aranmanoth, no quieren que seamos felices.
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