lunes, 17 de junio de 2024

El peligro de la inmigración

 

Hay un sector que intenta imponer marcos mentales -la derecha es mala, la izquierda buena, la inmigración también, entre otros-, lo cual es una aberración. Todo marco mental es una aberración, puesto que distorsiona el debate, la investigación, lo que sea.

Bien, pues ni la derecha es mala, ni la izquierda es buena. En un principio había individuos admirables y lamentable en ambos lados. Ser sectario, en cambio, sí que es perverso.

Hay que aceptar la inmigración, pero en la medida de las posibilidades de cada país. La caridad empieza por uno mismo: yo no puedo dar lo que necesito para mí. No se deben admitir más inmigrantes de los que se puede absorber.

No se puede consentir que la inmigración desvirtúe el sistema de vida del lugar en que se instala. Está muy bien que venga gente que procede del mundo árabe, pero habría que exigir que se deje la religión en su país. El islam es incompatible con la democracia. Igual que los Testigos de Jehová, que son incívicos. No votan. La norma, tanto en el islam como en los Testigos de Jehová, es la sumisión, lo cual no cabe en democracia. Es absolutamente contrario a la civilización.

Lo menos que se puede pedir a quienes pretenden ser admitidos en países democráticos es que se comprometan a adaptarse a las costumbres y los usos democráticos.

Lo que me parece fuera de lugar es que se les obligue a aprender una lengua, o la historia del país al que llegan. Esas son cosas propias del nefasto nacionalismo.

Cada cual aprende la lengua que necesita para sus actividades diarias y no tiene importancia que sea una u otra.

En cuanto a los conocimientos históricos: si un alemán o un inglés, jubilados, vienen a vivir a España no necesitan aprender la historia de España ni la lengua española. Basta con que se comporten de forma adecuada.

Esos libros míos

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