A estas alturas todos deberíamos saber ya que Cataluña se ha desarrollado a costa del resto de España. Vicente Blasco Ibáñez cifraba en cien millones de pesetas las pérdidas anuales del Reino de Valencia por culpa de los aranceles con los que se protegía a Cataluña. Pero es que el ganado lanar de Castilla también sufrió una merma considerable. Los gallegos dicen que Galicia era rica y Cataluña pobre y de pronto cambiaron las tornas.
Se ha escrito mucho sobre la cuestión, pero seguramente los catalanes han escrito más, pero sin base alguna, solo aprovechando que la democracia les ha dado un poder inaudito, que si Adolfo Suárez vio venir -seguramente no- no pudo parar. Unos pocos diputados de la UCD sí que lo vieron, pero eran muy pocos y era imposible contrarrestar la fuerza que iba tomando Felipe González en la calle. De todos modos, hayan escrito lo que hayan escrito los catalanistas y el mamón de J. Fuster la verdad es la que es.
Illa, que rima con mierdecilla, sabe que el catalanismo se asienta en dos pilares, en el odio a Madrid y en la mirada conmiserativa sobre el Reino de Valencia. Basándose en ellos, hace sus discursos con el fin de arrebatar votos a los nacionalistas, aunque sea uno de ellos disfrazado de socialista.
Digamos que los socialistas ya no existen. O sea, sí que existen, pero no están en el PSOE, sino esperando el milagro de que el partido se reconfigure o votando a otros partidos. Hubo un momento en que muchos de esos socialistas se pasaron a Podemos, porque creyeron que ahí estaba la pureza. El coletas es tan burro que los desengañó enseguida.
Bien, ahora Illa quiere que el resto de España se haga cargo de los gastos de la hacienda catalana. Pedir que lo haga Madrid le parece muy bruto.
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