Según cuenta Carlos Dávila, el 31 de julio de 1959, en una parroquia vascongada, con la complicidad del cura, se fundó la banda terrorista ETA. Hay que tener el estómago de estraza y el cerebro vacío para decidirse a matar gente con el fin de llegar a una meta.
No quiero detenerme aquí. En esa fecha nació la banda terrorista. El franquismo tenía medios policiales para enfrentarse a ella, pero socialmente sus recursos eran escasos. Debió de ser la sociedad la que abortara al grupo, pero no lo hizo. La democracia, que llegó unos años después, sí que tenía mecanismos para enfrentarse al terror. El principal de todos era la cadena perpetua. Si se hubiera instaurado, la banda habría acabado enseguida, porque a ningún joven le habría convenido un horizonte de cárcel a perpetuidad. Hay que tener en cuenta que a la organización terrorista no le puede interesar alguien condenado a pasar el resto de sus días en la cárcel.
¿Qué pasó? Al PSOE, que pensaba que tenía la guerra ganada sin bajar del autocar, no le sentó nada bien que Franco le arrebatara la victoria. Desde entonces que viene dispuesto a ganar la güera con efecto retroactivo. Impulsar la cadena perpetua significaba pactar con la derecha, y lo que le interesaba era dar lecciones de democracia, para sentirse superior. Cuando ganó las elecciones el PSOE tuvo que darse cuenta de que con las herramientas legales de que disponía no podía vencer a ETA. No se rebajó a pactar con la derecha para instaurar la anteriormente rechazada cadena perpetua, sino que hizo algo infinitamente peor: poner a los ciudadanos al nivel de los terroristas. Aznar no se ha enterado. Lo que hizo X fue fundar el GAL, que es mucho peor que ETA. Ese es el episodio más bochornoso de toda la democracia española. Ahora sufrimos como presidente a un narcisista.
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