Algún
día habrá que explicar el daño que hace el nacionalismo, esa
ideología perversa que cautiva a tanta gente que, por desprevenida,
desconoce los perjuicios que le causa. Y no sólo al entendimiento.
En
el caso concreto del Reino de Valencia, cuyo nombre oficial es
Comunidad Valenciana, porque la palabra Reino les produce urticaria a
quienes quisieran verlo como sucursal de otra Comunidad Autónoma, se
da el caso de que alguien ha tenido la 'genial' idea de [mal]parir
una asignatura llamada Cultura Valenciana. Es decir, alguien ha
tenido esa 'genial' idea y nadie le ha dicho que eso es una solemne
tontería, tan dañina como cualquier actividad llevada a cabo por un
tonto.
Eso
de implantar artificios sobre los que se sustenta una
patraña que sólo beneficia a quienes viven de ella no es serio. Es
cierto que algunos tienen a Pujol, Jordi Pujol, por una persona seria
y hasta incluso hay quienes lo consideran un estadista. Pero eso es
porque no han leído su libro La
inmigració. Problema y esperança de Catalunya (Nova
Terra, Barcelona, 1976).
Lo
que tiene que dar un gobernante que se precie es fomentar la cultura
al máximo. Cultura sin etiquetas. Si
lo que se pretende es levantar muros entre unos y otros o subrayar
diferencias, el invento no puede llevar una etiqueta cultural, sino
que entra en lo que se conoce como adoctrinamiento nocivo.
¿Qué
se va a enseñar en la Cultura Valenciana? ¿Esa salvajada que son
los toros en la calle? Debería
fomentarse lo contrario, algo que tuviera que ver con la educación y
el buen gusto. ¿Cómo
puede denominarse cultura algo que sólo sirve para descargar
adrenalina porque está en juego la vida o
la integridad física de quienes se arriesgan?
Deseamos
tener un gobierno civilazado y cuidadoso con nuestras cosas y nuestro
dinero y nos encontramos con
uno más propio de siglos anteriores.
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