Y
luego, cuando digo que el catalanismo es violento por naturaleza se
enfadan los catalanistas. Pero es que no hay más. No toleran la
disidencia.
He
pedido en la Feria del Libro de Valencia, que se celebra en estos
días, que me anuncien en español y no quieren. Han impuesto, como
idioma único, el catalán. El Gremio de Libreros de Valencia debe de
sufrir mucho al ver que inmensa mayoría de los libros que se venden
y los actos que se celebran son en español. Pero la anécdota sirve
como prueba de que a los catalanistas les gusta imponer. Y no es que
les guste, es que es la única opción que admiten. La de imponer sus
criterios.
Navarro
y Fernández, que por exigencias del guión en ambos casos, quedan
ligeramente fuera de los designios catalanistas han tenido que
soportar las incomodidades que generan estas actitudes.
¡Ah,
si viviera Terenci Moix! Escribió en catalán en los tiempos
franquistas y en español en los pujolistas. Hoy en día habría
tenido que seguir los pasos de Albert Boadella o Félix de Azúa.
Si
uno mira el calendario, se da cuenta, sin demasiado esfuerzo, de que
nos encontramos en 2014. Pues bien, en este año 2014, hay que
repetirlo, se siguen usando los términos maulet y botifler. Uno se
pregunta por lo que tendrán que ver estos apelativos, maulet y
botifler, con la democracia. Para encontrar la respuesta tampoco hay
que esforzarse demasiado. Nada.
Pero
ahí están los catalanistas, repartiendo insultos y bofetadas a
quienes, por imperativo del guión, no se tragan sus ruedas de
molino.
Lo
de Abert Boadella es peor. Como su decisión de no tragarse las
ruedas de molino no obedece a las exigencias del guión, sino a su
real gana, la sola mención de su nombre les provoca urticaria a los
antediluvianos catalanistas. Ellos son el origen del mundo, ellos
tienen la verdad de las cosas.
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