Esta señora, que como todo el mundo sabe
ya, es natural del mismo pueblo que José Solís Ruiz, ha sido
nombrada ministra por Zapatero y por Sánchez. Debería plantearse
los motivos por los que estos dos jumentos han pensado, con perdón
para las nobles bestias de carga. Y es que hay otras personas cuya
maldad es similar que intentan disimular esa condición.
La ministra acudió al Congreso de los
Diputados ataviada de forma rara y allí adoptó una actitud
indolente. El caso es que cuando Carlos García Adanero hizo notar
que ese día era el aniversario del asesinato por ETA de su compañero
de partido Tomás Caballero, se le escapó una risa. Quizá porque
pensaba que al ir embozada no se notaría, o acaso no le importó que
viera. A la gente mala le da la risa cuando alguien evoca algo noble
y sentido. Lo suyo es el culto al poder, la trampa, la mentira y el
sarcasmo. Resulta curiosa su actitud, porque no hace tanto que
Macarena Olona advirtió al presidente de la posibilidad de que un
futuro no muy lejano sea juzgado y ella forme parte de la acusación.
Ese sería también el caso de Iglesias, por supuesto, y también de
Calvo. Lo de Teresa Ribera es otra cosa. También forma parte del
gobierno, pero lo suyo resulta más del interés de la ciencia. ¿Cómo
se habrá enterado de que Portugal está más hacia el oeste que
España? En cualquier caso, ese alarde de erudición que hizo está
muy feo para un ministro, en su caso ministra.
Carmen Calvo forma parte de un gobierno
que quiere mal a los españoles, y anteriormente estuvo en otro del
que se puede decir lo mismo, aunque aquel tuvo la suerte de que lo
suyo no es motivo para llevarlo ante los tribunales de justicia,
aunque el daño que hizo fue inconmensurable.
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