Y es que en la actualidad no se estiman
valores que en el pasado se consideraron importantes y, al menos, se
simulaba cultivarlos. Recobrarán el relieve que tuvieron, porque son
necesarios para la convivencia.
El caso es que cuando el presentador se
negó a seguir el debate que se le proponía y zanjó el asunto con
el ya archifamoso ‘este es un programa de rojos y maricones’, es
evidente que no lo hizo con el propósito de fomentar los más altos
y nobles sentimientos, sino precisamente lo contrario, provocar los
más bajos instintos. Con ello, sumió en la miseria moral a la
audiencia, a los participantes, a la dirección del programa, a los
anunciantes, y a la misma cadena de televisión.
Me referiré solo a un aspecto de la
guerra civil, que tanto daño hizo a España y que tan nefastas
consecuencias tuvo. En los dos bandos combatientes hubo elementos
repugnantes que encontraron en el conflicto el pretexto que
necesitaban para dar rienda suelta a su maldad, y personas admirables
que, acertadas o equivocadas, lucharon por un ideal.
No se debería meter en el mismo saco a
todos, idealistas y canallas, bajo la etiqueta genérica de ‘rojos’.
Tampoco es cierto que todos los homosexuales sean zafios y de mal
gusto. Abundan entre ellos los que tienen mucha educación y no les
puede haber gustado que los traten así.
Que eso se haya podido decir y que los
haya que defiendan el programa e incluso la actitud de su
presentador, pone de relieve que los españoles no vamos recorriendo
bien la senda de la democracia, puesto que en lugar de ser cada día
más adultos, responsables y educados, nos comportamos como súbditos
que necesitan que se les informe de lo que está bien y está mal,
incapaces de colegirlo por sí mismos.
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