Nadie se puede imaginar a Rosa Díez o a
Carlos Martínez Gorriarán suscribiendo el pacto que sí ha hecho
Inés Arrimadas.
Hay que recordar que UPyD llevaba en su
programa la independencia de los jueces, lo que no convenía a los
poderes fácticos y, no conforme con ello, interpuso alguna que otra
querella. Tocaron a rebato y se desató una cacería contra UPyD y
sus dirigentes. Una legión de columnistas se lanzó a criticar a
Rosa Díez. Como muchos de ellos no lo habían hecho hasta el
momento, se deduce que recibieron órdenes. Se dijo de ella que era
autoritaria, pero omitiendo que los líderes de los demás partidos
lo eran mucho más. Los mismos que la criticaban con esa excusa,
alababan a Riverita, lo cual es un dato definitivo.
Además
de esos ataques, como parte de la estrategia, se sacó a Ciudadanos
de Cataluña, y
se planteó el pacto entre los dos partidos aparentemente iguales,
pero que en realidad era la
absorción de un partido por el otro. Se
demostró cuando tras la desaparición de UPyD
Ciudadanos
no asumió ninguno de sus postulados, ni se hizo cargo de las
querellas.
En
el intento de hacer desaparecer UPyD,
mediante
su dilución en Ciudadanos y el descrédito de sus líderes, Riverita
jugó sucio, como salió publicado en la prensa, y eso les pareció
bien a sus conmilitones del partido, lo cual no les ha impedido
presumir luego de rectitud y caballerosidad.
No han faltado columnistas que tiempo
después y con Rosa Díez fuera de la política, la han alabado, con
la intención de que parezca que actuaron con justicia entonces y
luego también. No es así, hubo la misma vileza en ambos casos.
El
triunfo de Rosa Díez consiste en que ahora se ha visto que el
partido que realmente hacía falta en España es UPyD, y
todos los que contribuyeron a derribarlo tendrán
que darse cuenta de las consecuencias de su villanía.
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