Aunque en propiedad no cabe hablar de
China, sino del gobierno chino, y tampoco sería correcta la
referencia a Dios, porque no lo ha visto nadie, por lo que no se
puede saber si existe o no existe. Quizá fuera más correcto
referirse a las leyes de la Naturaleza según las cuales el ser
humano es intrínsecamente libre.
En China esa libertad no existe de
ninguna de las maneras, de modo que los chinos viven sometidos de
manera oprobiosa y humillante desde hace mucho tiempo. El reto es ver
si ese estado de cosas se puede mantener indefinidamente. Hay que
recalcar que mientras tanto el mundo occidental no se inmuta ante esa
realidad, como si no le incumbiera. Y no sólo eso, sino que además
permite su intromisión en los mercados financieros y se siente
aliviado si compra deuda pública. Tampoco le produce ninguna alarma
que China esté colonizando, con métodos de hoy, algunos países de
África y de América del Sur.
Esa esclavitud en la que viven los chinos
puede extenderse a otras zonas del mundo, y no es el único
movimiento en este sentido, porque otras fuerzas de índole también
comunista también inciden en este intento. De modo que si volvemos
al título y damos por hecha la existencia de Dios, el enunciado se
podría cambiar por Satanás contra Dios.
Los chinos están siendo vigilados
mediante la tecnología más avanzada, de modo que no gozan de
privacidad en ningún aspecto de sus vidas. El ordenador central del
gobierno chino, o conjunto de ordenadores, sabe lo que sueña y lo
que teme cada uno de los chinos.
Goebbels sabía que la proporción de
posibles rebeldes es de uno por mil, pero en las condiciones de
China, el porcentaje aún ha de ser inferior.
¿Aprenderán los chinos a disimular
tanto sus sentimientos que los ordenadores gubernamentales que
controlan sus rostros no los detecten, y poder así organizar una
insurrección? ¿Lograrán establecer una red los chinos que viven en
el exterior para derrocar al régimen? ¿Acabaremos cayendo todos en
las garras del poder chino?
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