La presidenta de la Comunidad de Madrid
asistió a la misa por los enfermos y fallecidos a causa del virus
chino, que es como decir del egoísmo y de la irresponsabilidad del
infame gobierno que padecemos. También asistieron el alcalde de la
ciudad y el delegado del gobierno.
La abusiva e ilógica ley de Alarma,
llevada a cabo todavía de forma más ilógica y abusiva, no prohíbe
los actos religiosos, por más que la mayoría de las iglesias hayan
cerrado sus puertas o alguna haya sido desalojada por la fuerza, de
forma abusiva e ilegal. Estamos en manos de gentes dictatoriales,
marrulleras y enemistadas con la verdad.
Ser de izquierdas está muy bien, tanto
como serlo de derechas. Pero dar por bueno todo lo que hagan los
dirigentes del propio bando es propio de masoquistas, porque las
consecuencias pueden ser desastrosas. Ya se vio en el caso de
Zapatero, hoy en día reconvertido en mayordomo de Maduro, y la
catástrofe que se nos viene con Sánchez es mucho peor. Rajoy no
tuvo agallas para llevar a cabo los profundos cambios que demandaba
la situación, pero por lo menos consiguió revertir en parte la
situación económica.
La cuestión es que el sector masoquista
ha criticado a Ayuso, por asistir a la misa y porque se le escapó
una lágrima. Como piensa el ladrón que todos son de su condición,
deducen que lo hizo adrede. Pero Ayuso está demostrando que tiene
una capacidad de trabajo y de iniciativa las que carecen algunas
ministras, no todas.
Además, Ayuso ha demostrado que tiene
vergüenza, cualidad ajena a todos los miembros del gobierno. Ella sí
que ha reconocido que actuó tarde y que se arrepiente de no haberlo
hecho antes y ha pedido perdón.
En estos tiempos en los que nada invita
al optimismo reconforta ver que hay políticos que conservan la
condición humana con la que nacemos todos y que muchos se dejan por
el camino.
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