Nada dignifica más que el dolor sufrido
injustamente si no se utiliza luego como coartada para hacer el mal.
Lo correcto es no desear que los demás sufran lo mismo y, si es
posible, evitarlo.
Podemos
es un partido cuyas propuestas no
pueden traer nada bueno en ninguna parte, como
demuestran los resultados que han obtenido en todos los sitios en que
se han aplicado. Aparte
de eso, sus proclamas consisten en amenazas, como la de que el miedo
va a cambiar de bando, y
el poder que obtienen, como lo es el de su ascendiente sobre masas
acríticas
y desinformadas, lo utilizan para hacer el mal. Se
entienden bien con ETA, ERC y
similares.
Se
puede afirmar, por tanto, que quien vota a Podemos, quizá sin darse
cuenta, lo hace por venganza. Pero
al final resulta que como las políticas de este partido perjudican a
todos, la venganza acaba siendo contra uno mismo. Votar
a este partido, pues, es propio de masoquistas.
Acaso
en lo único que sea ducho el líder de este partido es en las
técnicas bolcheviques para
alcanzar el poder. En
lo demás no demuestra tener idea, puesto que él mismo va
destrozando todas sus posibilidades de alcanzar la meta. En
un momento dado se quedó a un tris de sobrepasar al PSOE, que era su
sueño. Pero
entonces se puso de parte de los separatistas catalanes y
muchos votantes socialistas que habían optado por él abrieron los
ojos. En
las siguientes elecciones ya perdió muchos votos y todavía no se ha
dado cuenta de que el motivo por el que perdió el tren fue ese.
Ahora
que por carambola -la aparición de Vox ha hundido a Ciudadanos, que
era el partido preferido para la coalición- tiene dentro del puño a
Sánchez, ese
individuo que algún día recitará algún párrafo de la Odisea como
si fuera suyo, ha
vuelto a meter la pata de modo lamentable. Montero
ha repartido anteriormente muchos desprecios.
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