Los integrantes del grupo terrorista ETA son gallinas que atentaban a traición. Hacerles homenajes es pasar por encima de sus víctimas. Lo más sagrado de cualquier nación es el colectivo de víctimas inocentes.
Al tener noticia de la monstruosidad hecha por el Atlético de Bilbao, en adelante esa mierda, quise saber enseguida quién es el presidente. Al ver la foto de Jon Uriarte, que es el sujeto, tuve náuseas. Qué asco me dio. ¿Cómo es posible que un tipo, tipejo más bien, carezca absolutamente de sensibilidad y decoro? Lo mismo vale para los demás componentes de la directiva. Vidas volcadas a hacer el mal, echadas a perder. Para no comprender el daño que hacen hay que tener el interior totalmente podrido.
También quise saber quién es el entrenador y me apareció un tal Ernesto Valverde, que me produjo la misma repugnancia. ¿Cómo es posible que ante el hecho miserable no renunciara inmediatamente a su cargo? Hay cosas que no se pagan con dinero. Cuando alguien pierde el respeto por sí mismo, deja de ser persona.
Los jugadores, ídem de lienzo. Malvados todos, puesto que no les importa el dolor de las víctimas.
Y el público que había en el estadio, y no lo abandonó inmediatamente. Todos eran chapotes, ratas chepudas, oteguis… Gente sin ética, sin vergüenza, sin valor, sin conciencia, sin dignidad. Tipos que siguen jugando la partida, que miran a otra parte, que se envilecen para no desentonar del entorno.
Nunca jamás volveré a ver un partido que dispute esa mierda, juegue en su campo, el Gran Mamón, o en el que sea. Tampoco volveré a ver ningún partido de fútbol en el que juegue alguno de los desconsiderados y crueles futbolistas de este club, que merece desaparecer, dicho sea de paso.
El triunfo de ETA es el fracaso de España, que no le supo plantar cara con la debida firmeza, en el plano general, y del País Vasco en particular.
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