En el momento de reconocer a Edmundo González como presidente electo de Venezuela, hubo capitostes, o acaso serían algo más que capitostes, de Europa y del mundo que protestaron: ya reconocimos a Guaidó y no sirvió de nada. Con toda la cara dura.
¿Esperaban que tras reconocer a se quitara Maduro de en medio? ¿No le has dado por pensar que debían hacer algo más? Si reconocieron a Guaidó fue por algo, fundamentalmente porque era justo hacerlo. Luego merecía la pena hacer algún esfuerzo más, significarse en beneficio de los venezolanos, sobre todo de los que lo habían votado.
Maduro vive muy bien. Entre lujos y comodidades. Ya ha demostrado que no le importa torturar y matar con tal de seguir viviendo tan suntuosa y confortablemente. No se va ir por las buenas, hay que echarlo.
El reconocimiento de Edmundo González, como antes el de Guaidó, hay que entenderlo como una declaración de intenciones, como el anuncio de que no se va a negociar con ningún otro que no sea él, como el repudio sistemático de Maduro y la petición a la Corte Penal Internacional de que ordene su detención para ser juzgado.
Quienes han ganado las elecciones en Venezuela, por un exagerado margen de votos tienen preparación, disciplina y arrestos para reinstaurar la democracia y devolver a la nación a la senda del progreso. La comunidad internacional no puede dejar a los venezolanos en manos de un sanguinario analfabeto. Es cierto que tiene los apoyos de otros dictadores sanguinarios, pero hay que pararles los pies, puesto que ellos nunca se conforman con lo que tienen. Ahora mismo hay varios dictadores en Iberoamérica, y en sus países la situación es preocupante o dantesca. Consiguen el poder mediante engaños, como ocurrió en Venezuela, pero los venezolanos ya hace tiempo que han abierto de los ojos, ya saben que lo suyo no era un sueño, sino una pesadilla. Hay que ayudarlos.
martes, 15 de octubre de 2024
La utilidad de reconocer a Guaidó
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