Hay medios que no le gustan a Pedro, porque publican cosas que él no quiere que se sepan. No obstante, las siguen publicando y yo no sé lo que va a pasar, porque una de las cosas que publican sin que él quiera es que cuando algo le sale mal empieza a dar puntapiés. Fotos como la que ha publicado The Economist hacen ver que eso es posible.
Se puede imaginar a los lacayos, los de la clase política y los del servicio, escondiéndose detrás de las columnas, encerrándose en el baño, yéndose a comprar tabaco, etcétera, con tal de salvar las canillas, de evitar los dolorosos moratones.
En esos medios que dan esas noticias que disgustan tanto a Pedro que lo llevan a apretar las mandíbulas, sin que eso signifique que está imitando a Mónica Oltra, sino que le sale de forma natural, también dejan comentarios los lectores que lo desean y bastantes de ellos catalogan a Pedro como tardo, y en lo que respecta a su inteligencia no he visto que tengan mejor opinión sobre Begoña.
Pedro y Begoña, porque él siempre va delante y ella detrás, no tienen esa opinión sobre sí mismos, sino que se tienen por más inteligentes y más preparados que todos los demás, y así pues ellos disponen lo que existe y lo que no existe. Delcy no pisó suelo español y no trajo ni una sola maleta. Esos que dicen que la vieron pasear por el aeropuerto con cuarenta maletas, lo han soñado, no es cierto.
Tampoco hubo nunca jamás una web de Begoña en la que se ofrecía el software de la Cátedra de Transformación Social Competitiva. Nada por aquí, nada por allá.
Sin embargo, y en contra de la voluntad de ambos, quien no desaparece es el juez Peinado, y esto los enoja mucho a ambos. Por más indirectas que le echan, el juez no se va.
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