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jueves, 17 de diciembre de 2009

Radicalización en las guarderías

Según una noticia que publica El Periódico, agentes antiterroristas británicos visitan guarderías para detectar signos tempranos de radicalización. Pero si esos mismos agentes visitaran, no ya las guarderías españolas, sino los centros de los ya mayorcitos sufrirían un colapso. O, mejor dicho, se partirían de risa, porque tradicionalmente a los británicos les han venido muy bien los descalabros de los demás.
Los sentimientos se pueden manipular y si uno no está listo cuando le atacan por ese lado, puede caer en una trampa que no le interesa en absoluto. Y una vez que ha caído en esa trampa ya es fácil radicalizarle. Alguien radicalizado de este modo viene a ser un instrumento de otras personas, no necesariamente más inteligentes pero sí más astutas. Eso lo saben muy bien los nacionalistas, que no dudan en tildar a su vez de nacionalistas a quienes se les oponen, para desactivarlos.
A los estudiantes españoles no se les prepara para la vida, enseñándoles a pensar por sí mismos, y mostrándoles el valor de la duda. Ambas cosas, pensar por uno mismo y dudar sistemáticamente van en contra de los intereses de los manipuladores, que necesitan llenar los cerebros de los alumnos de certezas, aunque las cosas que se les den como ciertas no sean más que interpretaciones interesadas. Estos manipuladores de nuestros infantes también necesitan llenar sus corazones de odio hacia quienes pueden abrirles los ojos, y con tal motivo los describen como si fueran demonios.
Las siguientes generaciones españolas se van a encontrar con una serie de problemas casi irresolubles, coronados por una deuda gigantesca. Pero nuestra frivolidad, como es natural, no se acaba ahí. En lugar de prepararlos bien para que al menos enfoquen las cosas de modo que quienes les sigan las puedan resolver, se les enseña a perseverar en el error, para que si por algún milagro queda algo en pie cuando tomen el relevo, lo destrocen también.

miércoles, 14 de marzo de 2007

Jon Sobrino, Jeliazko Petkov

La Congregación de la Santa Sede en Roma ha amonestado al jesuita español, Jon Sobrino, por dudar de la naturaleza divina de Jesús. La primera idea que surge al leer esta noticia es que si la Congregación hubiera podido demostrar al jesuita amonestado esa naturaleza divina, no hubiera necesitado aplicarle el castigo. Si hay que creer en las cosas porque está ordenado que sea así, ello supone un menosprecio al individuo. La naturaleza nos dotó con la facultad de pensar. Esto supone que debemos descubrir las cosas por nosotros mismos y decidir las opciones por las que nos decantamos. Si se nos suprime esa facultad, si se nos dice lo que hemos de pensar y creer, resulta que se nos está mutilando, debido a que no se tiene fe en nosotros. La prensa de hoy lleva la noticia de un inmigrante búlgaro, de 75 años, llamado Jeliazko Petkov, que sobrevive junto con su familia con una pensión de 490 euros, que encontró por la calle una bolsa con 2000 euros y la entregó a la policía. De modo que aquí tenemos un gesto que me ayuda a creer en la humanidad. Ignoro si el Sr. Petkov profesa alguna religión, es ateo o, simplemente, no se interesa por estas cosas. Jeliazko Petkov era ingeniero en Bulgaria y su fallecida esposa, médica. Llegaron a L’Eliana (Valencia) en 1990 y en España jamás pudieron trabajar en sus profesiones. Tuvieron que ganarse la vida como pudieron. A pesar de su precariedad, de sus circunstancias y de sus grandes necesidades, el Sr. Petkov supo transmitir a su nieta la mejor de las enseñanzas. Ahora es cuestión suya captarla. Encontrar la fortaleza suficiente para resistir la tentación, algo que no es muy frecuente. Esa clase de gente es la que hace bien a la humanidad y no la que aparentemente sigue unas normas que, en numerosos casos, es dudoso que crea en ellas en la intimidad.