La Congregación de la Santa Sede en Roma ha amonestado al jesuita español, Jon Sobrino, por dudar de la naturaleza divina de Jesús. La primera idea que surge al leer esta noticia es que si la Congregación hubiera podido demostrar al jesuita amonestado esa naturaleza divina, no hubiera necesitado aplicarle el castigo. Si hay que creer en las cosas porque está ordenado que sea así, ello supone un menosprecio al individuo. La naturaleza nos dotó con la facultad de pensar. Esto supone que debemos descubrir las cosas por nosotros mismos y decidir las opciones por las que nos decantamos. Si se nos suprime esa facultad, si se nos dice lo que hemos de pensar y creer, resulta que se nos está mutilando, debido a que no se tiene fe en nosotros. La prensa de hoy lleva la noticia de un inmigrante búlgaro, de 75 años, llamado Jeliazko Petkov, que sobrevive junto con su familia con una pensión de 490 euros, que encontró por la calle una bolsa con 2000 euros y la entregó a la policía. De modo que aquí tenemos un gesto que me ayuda a creer en la humanidad. Ignoro si el Sr. Petkov profesa alguna religión, es ateo o, simplemente, no se interesa por estas cosas. Jeliazko Petkov era ingeniero en Bulgaria y su fallecida esposa, médica. Llegaron a L’Eliana (Valencia) en 1990 y en España jamás pudieron trabajar en sus profesiones. Tuvieron que ganarse la vida como pudieron. A pesar de su precariedad, de sus circunstancias y de sus grandes necesidades, el Sr. Petkov supo transmitir a su nieta la mejor de las enseñanzas. Ahora es cuestión suya captarla. Encontrar la fortaleza suficiente para resistir la tentación, algo que no es muy frecuente. Esa clase de gente es la que hace bien a la humanidad y no la que aparentemente sigue unas normas que, en numerosos casos, es dudoso que crea en ellas en la intimidad.
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