En la sección Cartas al director de El País, he leído una, titulada precisamente Bancos con principios éticos, con la que concuerdo totalmente, salvo que alguien logre demostrar que está equivocada. Viene a explicar que el presidente del BBVA cobra unos nueve millones de pesetas diarios y no contento con este sueldo dice que la nota que diferencia a su Banco corresponde a sus principios éticos. Y esto es lo que mueve al comunicante a mandar su escrito, sobre el que quiero abundar y espero que si, casualmente, me lee no se moleste por ello. Lo que cobra el presidente de ese Banco probablemente es habitual y hasta incluso puede que le superen unos cuantos directivos en el ámbito español. Y quizá comparadas estas cantidades con las que perciben otros en el resto del mundo, sean minucias. Es habitual, pues, lo que percibe y también legal. Pero hablar encima de ética es excesivo, o más bien ilusorio. Los Bancos suelen atender gratis, o casi, a los ricos, mientras no tienen compasión con los pobres. En un Banco se hace realidad eso de “tanto tienes, tanto vales”. En un Banco, alguien que sea al mismo tiempo torpe y mala persona, si tiene dinero, puede ser tratado como un Cardenal. Y, por el contrario, alguien inteligente y buena persona, si no tiene dinero, puede ser tratado sin contemplaciones. Los bancos, por lo menos los españoles de la actualidad, son empresas solventes, bien gestionadas desde la óptica empresarial, con unos beneficios galopantes. Lo bueno que tienen los poderosos es que ellos se lo dicen, los que tienen a su alrededor les aplauden y unos y otros acaban por creérselo. La ética es otra cosa y es dudoso que alguien con conocimientos suficientes sobre la materia califique de éticos a los banqueros y a los grandes empresarios. Tal vez, alguno realice actividades, sin darles publicidad, con sus excesivos ingresos, y en este caso sí que sería ético, pero sólo lo podría saber él. Deben conformarse con saberse legales.
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