Las llamadas viñetas de Mahoma eran oportunas y graciosas, pero se referían a un mundo distinto del nuestro. Ese mundo, fanático, al que sus líderes tratan de encolerizar en contra del nuestro, podía no entender bien la broma y por supuesto que, en el momento actual, carece del sentido del humor necesario para aceptarlas. Es decir, eran unas viñetas pertinentes pero peligrosas. Hubiera sido mejor no publicarlas. En España tenemos ahora una cuestión que algunos han comparado con la comentada. Se trata de las supuestas obras de arte que ha dado en subvencionar la Junta de Extremadura. Y digo supuestas porque no las he querido ver o, mejor dicho, no he gastado mi escaso tiempo en informarme más sobre ellas. Con saber que han generado rechazo en algunos sectores ya tengo suficiente para lo que me preocupa. Al parecer, ya llevan algún tiempo exhibiéndose en otros lugares, sin problemas. Ello indica que no son ilegales, sino que su contenido cabe dentro de la libertad de expresión. El problema surge cuando las subvenciona un organismo oficial, como es la Junta de Extremadura. Un gobierno lo es de todos, de los que le han votado y de los que no. Debe velar por el respeto y los derechos de todos. Subvencionando una exposición que ofende y hiere los sentimientos de los católicos, descuida el amparo de una buena parte de sus administrados. Las explicaciones que ha dado sirven más bien para abundar en la ofensa a los católicos. La Junta de Extremadura no sabe distinguir entre la obligada y necesaria defensa de la libertad de expresión y el respeto a quienes pagan los sueldos con los viven. Quienes pagan los sueldos, tanto de Ibarra como del resto de consejeros y políticos activos de todos los partidos son los ciudadanos, incluidos entre éstos los católicos. Por tanto, deberían procurar no ofenderles gratuita e innecesariamente. Eso es de maleducados.
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