Ha dicho Chávez, que viene de hablar con Fidel, que Bush es un cadáver político. Por supuesto que yo no voy a defender a Bush. Que lo haga Aznar. No obstante, sí que me permito recordar que ha hecho no bueno sino muy bueno a Clinton. Y sin embargo no puede hacer lo mismo con los ya citados Chávez y Fidel. Peor que un dictador sólo hay otro dictador. De todos modos, no estaría de más fijarse en la facilidad que tienen los torpes demagogos para concitar la atención, arrancar aplausos y ganar votos de las masas. Les llamo torpes porque no se dan cuenta de que sus triunfos son efímeros. Su destino final no puede ser otro que el sumidero de la historia. Decía que a estos tipos les cuesta muy poco y los de verdadera valía no dejan de encontrar problemas y barreras que se interponen en su camino. Quizá ese sea el motivo por el que no suelen dedicarse a la política. Si pensáramos en nuestro propio bien colectivo les empujaríamos hacia ella. Los defensores de Chávez y Fidel se refieren a quienes les antecedieron. Es como justificar a quien huyendo del fuego ha caído en las brasas. Tanto en Venezuela como en Cuba hay, tienen que haber, personas valiosas, de corazón grande, capaces de trabajar por sus países, con fe en la justicia y en la dignidad humana. ¿Por qué tuvieron que elegir a personajes dictatoriales, que ahondan en la división de sus pueblos, hacen crecer el odio entre sus ciudadanos? La democracia consiste, precisamente, en tener fe en la humanidad, esa fe que los dictadores niegan, puesto que suprimen la libertad e imponen sus criterios. La humanidad acabará encontrando su camino, también en Cuba y Venezuela, aunque a veces es cierto que da rodeos muy grandes, cuando no enormes pasos hacia atrás.
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