No creo ser el único que piensa que cuando alguien toma una decisión razonable es posible discutir con él y, a veces, hacerle cambiar de idea. Pero cuando la decisión tomada es totalmente irracional, no hay modo de hacer que el interesado dé su brazo a torcer. Bush no preguntó a nadie, sino que dio a conocer su intención de invadir Iraq. Blair se aprestó a mandar las tropas inglesas en su apoyo y quizá, dadas las especiales relaciones entre estadounidenses y británicos, no tenía otra opción. Probablemente, si le hubieran pedido opinión, la invasión no se hubiera producido. En cambio, el papel de Aznar en el asunto parece que fue totalmente oportunista. En un principio pudo parecer que su obcecación tenía como objetivo beneficiar a España. Luego se ha podido comprobar que sólo pensaba en sí mismo. Ha pagado con creces su egoísmo y también ha pagado su partido.
Ayer, Garzón un escribió artículo en El País, en el que insinuaba la posibilidad de exigir responsabilidades penales. Haría bien si se las pudiese pedir a Bush en primer lugar y a Blair después. Si logra procesarles a ellos, quizá no estuviera mal preguntarle a Aznar cuáles fueron sus motivos para no quedarse en casa. Pero dada la natural tendencia de Garzón a salir en los medios, añadido a que quizá sueña obtener un cargo gubernamental, cabe preguntarse si no estará preparando el terreno para procesar a Aznar en solitario. Ayuda a pensar en ello lo dicho por José Blanco, siempre en su papel, el que le han reservado. Otros lo tienen más brillante. Sin embargo, las venganzas no son buenas, ni los odios personales tampoco. Si Aznar buscó únicamente su beneficio, quienes tratan de procesarlo quizá estén haciendo lo mismo. No debería el juez Garzón empeñarse en ser portada en la prensa mundial y, por otra parte, es dudoso que le den un ministerio. Ni la justicia ni España ni los españoles ganaríamos nada si el procesamiento de Aznar se llevara a cabo.
Ayer, Garzón un escribió artículo en El País, en el que insinuaba la posibilidad de exigir responsabilidades penales. Haría bien si se las pudiese pedir a Bush en primer lugar y a Blair después. Si logra procesarles a ellos, quizá no estuviera mal preguntarle a Aznar cuáles fueron sus motivos para no quedarse en casa. Pero dada la natural tendencia de Garzón a salir en los medios, añadido a que quizá sueña obtener un cargo gubernamental, cabe preguntarse si no estará preparando el terreno para procesar a Aznar en solitario. Ayuda a pensar en ello lo dicho por José Blanco, siempre en su papel, el que le han reservado. Otros lo tienen más brillante. Sin embargo, las venganzas no son buenas, ni los odios personales tampoco. Si Aznar buscó únicamente su beneficio, quienes tratan de procesarlo quizá estén haciendo lo mismo. No debería el juez Garzón empeñarse en ser portada en la prensa mundial y, por otra parte, es dudoso que le den un ministerio. Ni la justicia ni España ni los españoles ganaríamos nada si el procesamiento de Aznar se llevara a cabo.
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