Según rememora hoy Federico Martínez Roda, en Las Provincias, tras la riada de 1957, el gobierno creó una Comisión Técnica cuya misión era la de buscar soluciones para que no volviera a ocurrir una catástrofe como ésa. Como presidente de dicha comisión fue nombrado Gual Villalbí. Esta comisión no pareció dar ningún fruto, lo que motivó las protestas del alcalde de Valencia, Tomás Trenor, y del director del citado diario Las Provincias, Martín Domínguez, con su artículo titulado “Palabras”, y ambos, el alcalde y el director del periódico, fueron destituidos. A pesar de ello, el señor Gual Villalbí tiene dedicada una calle en Valencia, que comienza en la de Luz Casanova y acaba en la de Almazora. La ciudad de Valencia sabe agradecer los servicios no prestados, el desinterés evidente o quizá la incompetencia inconfesa.
No tiene la misma suerte Xavier Casp, que pese a llevar a la ciudad en su corazón, y a todo el Reino de Valencia, hasta el punto de que fue capaz de renunciar a una sustanciosa paga mensual, que necesitaba, por amor a su tierra, y todavía anda esperando que se le haga el honor. Tal vez el ayuntamiento tema encontrar alguna reticencia por algún lado, o acaso piense que dedicarle una calle al poeta valenciano no genere suficiente “impacto” para la ciudad. He entrecomillado la palabra impacto porque jamás había tenido la necesidad de usarla, pero cada vez que cito al ayuntamiento me veo impelido a hacerlo, porque creo que es la que más usa, o a mí me lo parece, quizá a causa de su sonoridad. Bien podría ocurrir, dado el cariz que toman los acontecimientos, que Eliseu Climent tuviera su calle antes que, o en lugar de, Xavier Casp. Saco a relucir el catalanismo porque como se ve en el citado artículo de Federico Martínez Roda ha servido para romper amistades, para envenenar el ambiente político. Sin el catalanismo muchas cosas hubieran sido diferentes, tanto en Cataluña como en la Comunidad Valenciana.
No tiene la misma suerte Xavier Casp, que pese a llevar a la ciudad en su corazón, y a todo el Reino de Valencia, hasta el punto de que fue capaz de renunciar a una sustanciosa paga mensual, que necesitaba, por amor a su tierra, y todavía anda esperando que se le haga el honor. Tal vez el ayuntamiento tema encontrar alguna reticencia por algún lado, o acaso piense que dedicarle una calle al poeta valenciano no genere suficiente “impacto” para la ciudad. He entrecomillado la palabra impacto porque jamás había tenido la necesidad de usarla, pero cada vez que cito al ayuntamiento me veo impelido a hacerlo, porque creo que es la que más usa, o a mí me lo parece, quizá a causa de su sonoridad. Bien podría ocurrir, dado el cariz que toman los acontecimientos, que Eliseu Climent tuviera su calle antes que, o en lugar de, Xavier Casp. Saco a relucir el catalanismo porque como se ve en el citado artículo de Federico Martínez Roda ha servido para romper amistades, para envenenar el ambiente político. Sin el catalanismo muchas cosas hubieran sido diferentes, tanto en Cataluña como en la Comunidad Valenciana.
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