El día 25 de abril de 2006, El País publicó una carta de Ignacio Carrión en la que afirma que no es el amor lo que rige nuestras vidas, sino el dinero. El motivo de la carta fue una encuesta en la que la palabra amor resultó ser la más votada. Con fecha 27 de marzo de 2007, el mismo diario publica una entrevista que se le realizó, con motivo de la publicación de su nuevo libro, titulado “Diarios. La hierba crece despacio”. En la entrevista dice que le marcó la que le hizo a la madre Teresa de Calcuta, puesto que le forzó a confesarse antes de permitírsela.
Cuando alguien piensa que no hay amor en la vida, la primera pregunta que debe plantearse es en qué medida está contribuyendo a que haya más o menos. La vida tiene cosas sumamente bellas, por las que merece la pena vivir. Ver nacer una flor es maravilloso. Pero algo infinitamente mejor debe de ser, sin duda, ver el gesto de agradecimiento y de alegría de cualquiera de las personas con las que derrochó su amor la madre Teresa. Sólo ver ese prodigio ya sería suficiente para justificar una vida. Y, sin embargo, hay quien se queja de que no hay amor en el mundo y cuando lo tiene delante no lo ve.
Naturalmente, que la madre Teresa tuvo que tener muchas carencias. Con tanta gente a la que atender, es imposible que tuviera tiempo para leer los libros de Ignacio Carrión y ni siquiera los de Cervantes. Tampoco debió de tener tiempo para aprender modales ni otras lindezas. Por otro lado, estoy convencido de que cuando al leer “Diarios. La hierba crece despacio”, llegue a la entrevista con la madre Teresa me quedaré con la impresión de que el autor no ha sabido penetrar en la grandiosa alma de la entrevistada y se ha perdido en las pequeñeces que no sirven más que para distraer la atención de lo fundamental. Me gustaría pensar que Ignacio Carrión no ha perdido la capacidad de reconocer el amor.
Cuando alguien piensa que no hay amor en la vida, la primera pregunta que debe plantearse es en qué medida está contribuyendo a que haya más o menos. La vida tiene cosas sumamente bellas, por las que merece la pena vivir. Ver nacer una flor es maravilloso. Pero algo infinitamente mejor debe de ser, sin duda, ver el gesto de agradecimiento y de alegría de cualquiera de las personas con las que derrochó su amor la madre Teresa. Sólo ver ese prodigio ya sería suficiente para justificar una vida. Y, sin embargo, hay quien se queja de que no hay amor en el mundo y cuando lo tiene delante no lo ve.
Naturalmente, que la madre Teresa tuvo que tener muchas carencias. Con tanta gente a la que atender, es imposible que tuviera tiempo para leer los libros de Ignacio Carrión y ni siquiera los de Cervantes. Tampoco debió de tener tiempo para aprender modales ni otras lindezas. Por otro lado, estoy convencido de que cuando al leer “Diarios. La hierba crece despacio”, llegue a la entrevista con la madre Teresa me quedaré con la impresión de que el autor no ha sabido penetrar en la grandiosa alma de la entrevistada y se ha perdido en las pequeñeces que no sirven más que para distraer la atención de lo fundamental. Me gustaría pensar que Ignacio Carrión no ha perdido la capacidad de reconocer el amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario