lunes, 25 de noviembre de 2019

El caso Lady Crocs

Suelo dar un pequeño repaso a Twitter y suelo fijarme en cuentas de gentes relacionadas con la justicia, porque o bien tienen anécdotas muy graciosas que contar o hacen comentarios precisos sobre asuntos de su ámbito.
Cuando alguien elige un pseudónimo para aparecer en las redes, hay que respetarle su deseo, siempre y cuando no se sirva de él para insultar, mentir o llevar a cabo actitudes inapropiadas. Ciertas cosas hay que hacerlas a cara descubierta, como era costumbre en tiempos en que el honor y la decencia todavía no eran vistos como antiguallas.
En la actualidad, totalitarios de distinto pelaje han invadido las vías pública y política, y como consecuencia el honor y la decencia han sido arrinconados vilmente.
Quienes no se pliegan a sus deseos y, por tanto, no siguen sus consignas corren el riesgo de convertirse en objetivo de sus desmanes. Exactamente, es lo que le ha sucedido a Lady Crocs. Ella se defendió de este modo: "El mes pasado, un diputado de las Cortes Generales, un miembro del Poder Legislativo, me señaló. Obvió mi deseo de permanecer en el anonimato e indicó dónde ejerzo". Cabe añadir que el tal diputado es un auténtico rufián y que su costumbre es ofender a los demócratas.
Pero puesto que la gente infame ya no disimula esta condición, tuvo que volver a defenderse: Un mes después, un medio de comunicación financiado por la Generalitat de Cataluña y la de Valencia, correspondientes al Poder Ejecutivo, reveló mi identidad, expresó cuál es mi juzgado y publicó una imagen mía sin mi consentimiento”.
La civilización es otra cosa, y ya sabíamos que el gobierno regional catalán es ajeno a ella, pero que también lo sea el gobierno regional valenciano es una mala noticia, porque de quienes lo componen no se pueden esperar más trampas, manipulaciones, imposiciones y juego sucio. Gastar los impuestos de los valencianos en estas guarradas está muy feo y es corrupción.

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