Con la gran cantidad de sinvergüenzas que tiene alrededor y el melón del arzobispo de Tarragona ha ido a fijarse en Abascal, un pedazo de pan comparado con todos esos. Por eso digo que éramos pocos y parió la burra. Menudo elemento debe de ser el arzobispo este.
No dedicaré mi tiempo a investigar su vida. ¿Para qué? Si ya ha demostrado que es tonto no es probable que se arrepienta de ello, sino que lo que puede ocurrir es que intente contagiar su tontería. Un nacionalista, por regla general, es incurable y suele tener el vicio de querer contagiar a otros. El nacionalismo es una regresión basada en el odio, el menosprecio y la mala fe. Los nacionalistas no intentan convivir con otros, sino someterlos y obligarlos a tragarse sus rollos, compuestos por mentiras, falsedades, tergiversaciones e inventos.
Ahora que parece que hay un papa decente en Roma, sería conveniente que éste se enterara de la metida de pata y lo llamara a la sede papal, para explicarle, en términos generales, qué es lo que se espera de él. Aunque llegados a este punto es probable que el papa se dé cuenta de que no hay nada que hacer y, por tanto, recurra a degradarlo. Franco hizo lo contrario. Había un obispo nacionalista en Pamplona que lo incordiaba mucho y lo que hizo fue mandarlo a Valencia, ascendiénolo a arzobispo. Fue mano de santo, porque en cuanto pisó tierras valencianas todo su nacionalismo salió por la ventana. Se llamaba Olaechea y tuvo otro momento de esplendor cuando quiso excomulgar a Pedro Zaragoza Orts, pero los bikinis los había autorizado Franco.
Claro que el papa sí que puede, y debe, degradarlo, para que se den cuenta todos los demás, que los hay que son muy bordes y retorcidos. Monaguillo no lo podrá hacer, pero cura auxiliar de cualquier parroquia sí.
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