miércoles, 25 de diciembre de 2019

La Corona, nuestra última esperanza

Colau, ese esperpento con el que los barceloneses, ayudados por Manuel Valls, quisieron castigarse eligiéndola como alcaldesa, ha dicho que la Monarquía no sirve para nada. Ese ya es un argumento suficiente para explicar su necesidad y conveniencia.
Todos los indeseables que están ensuciando la política española, mientras cobran de los españoles, intentan socavar su prestigio, señal inequívoca de que ven en el Rey un dique contra sus intenciones de hacer el mal.
Pues sí que sirve el Rey. Con aquel discurso del 3 de octubre logró frenar la traición de Pedro de la Preveyéndola a los españoles, devolviéndolo a la senda constitucional.
En su discurso de ayer, comedido, parece avisar a los traidores de que está vigilante y no va a tolerar que se salgan con la suya en su intento de sumir a los españoles en la pobreza y la miseria, aprovechando la circunstancia de que un miserable quiere ser presidente a toda cosa.
Tiene a España maniatada, y antes de esto se encargó de maniatar al PSOE, que no tiene capacidad de respuesta ante los desmanes de este individuo. Algunos socialistas ponen el grito en el cielo, pero de ahí no pasan. Otros, tienen el corazón en un puño, pero en el otro tienen la cartera que van llenando con la nómina. Es curioso que quienes justifican su predilección por la ideología socialista en el supuesto de que se preocupan por los demás, al final resulta que su prioridad es la nómina, pero no la que les pueda pagar una empresa privada, sino que sale de los impuestos de aquellos por los que dicen mirar.
Hace cálculos el de la Preveyéndola y le sale que una moción de censura en su contra no puede triunfar. Tiene a España maniatada.
La realidad es que en quien confía la mayoría de los españoles es en el Rey. Le quedan cartas por jugar. 


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