domingo, 10 de julio de 2022

Dos curas, o más, y una atrocidad

 

En realidad, son más de dos los curas a los que me refiero, porque uno de ellos es Setién, que estará en el infierno con los de su calaña. No es cierto lo que dijo aquel papa de que el infierno no existe. ¿Él qué sabe? Lo que no sabemos es cómo será el infierno, pero a algún sitio han de ir a parar los bichos.

Es curioso que habiendo tanta gente que alaba a Sócrates, o incluso lo explica y que ninguna persona cuyo nivel cultural sea razonable desconozca su contribución a la humanidad, no se le tenga en cuenta. Como si no hubiera existido.

Si gracias a él sabemos que los grandes conceptos, la justicia, el valor, la nobleza de espíritu, etcétera, acompañan a la humanidad, no pueden ser modificados y cualquier persona los conoce exactamente, ¿por qué se intenta que la humanidad viva al margen de sus enseñanzas?

En lugar de tratar de comprender que consecuencias tiene para el ser humano desoír la voz interior que reclama la rectitud de comportamiento, se intenta inventar una moral nueva. Democrática, dicen.

Los dos curas a los que me refiero en el título son Beristaín y García de Cortázar, dos titanes de la ética en un mundo hostil, envilecido por la ETA y por Setién, que se las hizo pasar amargas.

Lo doloroso es que el papa mantuviera a Setién en el cargo y le permitiera comportarse de manera indigna con Beristaín sobre todo. Pero no fue el único dirigente de la Iglesia católica que se ensañó con el buen cura.

En ese tiempo, el numeroso grupo de curas cobardes, que negaban a las víctimas de los terroristas el derecho a un funeral adecuado eran cobijados, con la anuencia de Roma, por el manto protector del malvado Setién. Se van a condenar todos. Es curioso que confiesen a los demás y les pongan penitencia y no piensen en sus culpas.'2016. Año bisiesto'

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