sábado, 9 de julio de 2022

Envidia de los británicos

 

El hecho de que el presidente del Reino Unido se haya visto obligado a dimitir por haber mentido alguna vez no puede sino llenarnos de asombro y de envidia a los españoles.

Nosotros sufrimos a uno que no es que mienta, es que ha hecho de la mentira su tarjeta de visita. Es que todo lo que hace y dice es mentira. Y ahí está, en la Moncloa, tan sonriente y pagado de sí. Seguramente, al enterarse de la suerte del británico no habrá podido contener la carcajada. Ya se debió de haber reído bastante cuando supo que había estado mirando los cuadros del museo del Prado.

Pero es que aparte del horror de que no diga ni una verdad, tiene la desfachatez de ponernos a los terroristas en la mesa. Como no se había recochineado bastante de nosotros, ahora los oteguis y compañía.

Había soltado a los delincuentes catalanes, para que sepamos que aquí manda él y hace lo que le da gana y todos a obedecer y callar. Y si ordena a los ministros y las ministras que le aplaudan, no falla ninguno.

Pues no se habrá reído ni nada del inglés. Mira que no saber organizar las cosas para tener todo bajo control.

Para demostrar quién manda aquí y que todo el mundo vea lo demócrata que es, cambia unos huesos de sitio. ¿Podría dormir esa noche, o se la pasaría entera riendo a mandíbula batiente sin poder parar en ningún momento. Le mesaría los cabellos en sueños a Franco.

Para que veamos el abrumador dominio que tiene sobre la nación, aparta a los Reyes, los esconde, los intenta suplantar. Aquí ha tenido algún fallo.

Y en nombre los españoles, a los que humilla, se reúne de igual a igual con el mamarracho que preside el gobierno regional catalán. Le llamo mamarracho por los desprecios que le hace al Rey, o sea, a todos los españoles, pero se queda con el sueldo que le paga.

Los británicos son envidiables.

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