Realmente, no sé lo que es el Hiyab, porque siento repugnancia hacia todo lo que tenga que ver con el Corán. Lo que ocurre es que ahora lo ha dicho Hanan Serroukh y con ello me da pie para comentarlo de nuevo. Ella tuvo que fugarse siendo una niña, porque la iban a casar con un vejestorio. Ha tenido que pelear toda la vida con esa escoria ideológica.
Hay una estupidez que recorre casi todo el mundo según la cual a cualquier cosa que se la catalogue como religión se le otorga un aura de seriedad y se les trata con respeto. Pero la realidad no tiene nada que ver con eso. Basta con fijarse en que Israel de un desierto ha hecho un jardín y los mahometanos están en la prehistoria, porque su religión les impide ir más allá. No hay modo de que el Corán y otras autodenominadas religiones puedan aceptar las sabias deducciones de Darwin, porque eso les desmonta todo el tinglado. La idea de Dios en el cristianismo sobrevuela toda la vida. Afirman los religiosos cristianos esto, aquello o lo otro, pero luego viene la ciencia e impone su verdad, y todas estas religiones que tienen un fondo de verdad aceptan la lección. Hay cosas que deberían subsanar y lo acabarán haciendo. Pero adonde quería llegar yo es que estas pseudoreligiones no pueden. Para ellas, Alá siempre ha de estar presente en el mundo y además les impone unas normas incumplibles -que la gente se empeñe en cumplirlas es otra cosa- y otorgue una prevalencia ridícula al hombre sobre la mujer -esto en Irán está cambiando, a pesar de los ayatolás-, y les ordena comportarse de forma inmoral. El islam, palabra que significa sumisión, está condenado a desaparecer, diga lo que diga Pérez-Reverte, por la simple fuerza de los hechos. Supongamos, aunque sea mucho suponer, que se queda como religión dominante en el mundo. Pues los musulmanes se matarían entre ellos. La muerte está en su doctrina.
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