sábado, 5 de agosto de 2017

Mi peluquero de peluqueros

Días atrás fui a mi peluquería de peluquerías a que me cortaran el pelo. Mi peluquero de peluqueros cogió las tijeras de tijeras y se puso manos a la obra.
Cuando supo que le llamaba peluquero de peluqueros protestó. Es rara la vez que corta el pelo a otro peluquero, se apresuró a informarme. Es obvio que el hombre tiene entre sus saberes el de cortar el pelo, pero no está al día en cuanto a lo políticamente correcto. Pero ese detalle también contenía una información valiosa para mí. No está como una cabra. Es aconsejable ponerse en manos de un peluquero que conserva la cordura. No creo que sea prudente dejar que le corte a uno el pelo, o que le afeite, un Puigdemont, un Cucurull, un Junqueras, o un Espot.
Hay que tener en cuenta, también, que conservar el juicio no es fácil. Tiempo atrás, era palpable y evidente que Zapatero nos llevaba a la ruina y la gente le seguía apoyando y votando y hasta que la catástrofe no alcanzó magnitudes considerables no hubo modo de despegarlo de la poltrona. Y antes de eso hubo una guerra que pudo y debió haberse evitado, pero como no se actuó así, sino en plan matón, sobrevino una desgracia cuyas consecuencias todavía perduran. Parece que no ha servido de lección, pero el peluquero no tiene ninguna culpa, hace su trabajo, vota, quizá bien o acaso mal, o a lo mejor no vota, pero el mal lo hacen otros, los que manejan o quieren manejar sus impuestos y los míos.
La economía española ya no es la que dejó Zapatero, sino que ha mejorado mucho. Zapatero se ha ido a Venezuela, a apoyar a Maduro y hacer creer lo contrario. Su sucesor también apoya a Maduro, lo prueba su cercanía con el coletas. Sánchez parece decir que el malo no es Maduro, sino Rajoy.

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