Lo primero que salta a la vista es que María Guardiola no tiene nada que ver con Ayuso, que por nada del mundo se habría gastado siete millones de euros en unas elecciones para obtener un diputado más. Y si le preguntan, la culpa la tendrá cualquiera menos ella. Vamos tan sobrados de dinero…
La segunda cuestión que merece ser comentada, aunque no viene al caso, es que el hijo de González Pons trabaja con Pepiño Blanco, lo que no tendría nada de particular sino fuera que Trump lo está husmeando para meterlo en la cárcel. No al hijo de González Pons, sino a Pepiño, pero…
Esto es lo que hay en la política española. Cuando Casado tuvo que dimitir tras su nauseabunda traición a Ayuso los barones del PP eligieron sucesor y en lugar de optar por quien lo había merecido, la presidenta de los madrileños, por supuesto, haciendo honor al miedo a ganar del PP, optaron por Feijóo, ¡pobre hombre! Tampoco se va.
Los planos ya están hechos. El PSOE se desploma, y eso ya lo sabíamos. Los más sensatos de sus votantes pasan a Vox, salvo una minoría, que va al PP. Los más cerriles pasan a la extrema izquierda. El dinero gastado ha servido para saber eso y poco más. Guardiola, ahora, tendrá que echar mano de la deuda, aparte de resolver como mejor pueda el problema que tenía antes de las elecciones y que ahora se ha hecho más grande. Vox se ha encontrado con un juguetito y vamos a ver qué es capaz de hacer con él. Hay que aprobar unos presupuestos, que era el punto de partida, y si antes pedía X ahora pedirá más. La única opción de Guardiola es someterse, aparte de pedirle a Feijóo que no se entrometa, porque no puede conseguir nada bueno. Será difícil que lo vea por sí mismo.
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