Me refiero a los de Maduro y Sánchez, heridos, políticamente, de muerte ambos y a los que espera un porvenir tras los barrotes, salvo que se escondan en países sin tratado de extradición con Venezuela en un caso y con España en el otro.
Son corruptos, pero no van a caer por eso, sino por torpes. Maduro, dado que es un cobarde, como lo prueba su afición a torturar, no ha sabido ver el carácter heroico de los venezolanos, ni su obstinación en soñar con la libertad. Pensaba que teniéndolo todo bajo control estaba seguro. Siendo torpe, no pudo calibrar el talento de María Corina Machado, que ha sabido mantener viva la esperanza de los venezolanos y echando mano de su heroísmo ha conseguido las pruebas de su victoria. Esta mujer es un huracán que va a traer cambios profundos en toda América.
Sánchez es de la misma pasta que Maduro. Se ha creído capaz, una vez que casi todo está bajo su control, de hacer lo que le da la gana y que no pase nada. Tampoco ha sabido vislumbrar la esencia del pueblo español, presente en todas y cada una de las páginas del Quijote, pero que él, de espíritu rústico y rencoroso, no puede captar. No ha sabido comprender que los españoles no lo van a aceptar nunca y que si hubiera dado un golpe de Estado mediante el uso de la fuerza la rebelión habría sido instantánea. Ocupar las instituciones a la chita callando le permite ganar tiempo, porque mientras esté el Rey en su sitio el pueblo español puede esperar mejor ocasión.
Finalmente, van a ser los medios y los jueces quienes van a frustrar sus intenciones. Ya sobran los motivos para meterlo en la cárcel de forma preventiva, aunque bien pensado sería mejor que huyera. Ese sería un digno colofón. Un final ridículo para un tipo ridículo.
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