Luis María Anson, en su época de director del ABC, se refería a El País como el diario gubernamental, y tenía razón aunque, no obstante, en esos tiempos tenía prestancia y calidad. Había que leerlo, aunque con las prevenciones y cautelas propias. Pero también había que llevar cuidado con todos los demás medios.
Hubo un momento, que coincidió con el asalto de Sánchez al poder y el cambio en la dirección de ese periódico, que pasó a estar en manos de Soledad, en el que decidí no leerlo más, puesto que ya era prácticamente un panfleto amarillista.
José Antonio Zarzalejos ha dicho hoy en su columna de El Confidencial que lee El País desde el primer día y lo seguirá haciendo siempre. Esto último puede ser un brindis al sol, porque ese medio debe desaparecer. Su situación financiera no es buena desde hace tiempo y sobrevive artificialmente. Zarzalejos ha hecho un análisis de la actitud del periódico, digo panfleto, en el queda claro que ya no tiene ningún respeto por la verdad, ni por los lectores. Las dice muy gordas y faltas absolutamente de rigor. Se olvida de las leyes, de los protocolos, de la experiencia de episodios similares anteriores…, para colar sus bolas. Enormes. En estas condiciones, leer El País es un acto de masoquismo. Atender algo en lo que se te miente y manipula no es modo de aprovechar el tiempo.
Zarzalejos cita los nombres de algunos periodistas de ese medio caído al fondo del fango que están en boca de todos y no para bien, sino como motivo de risa, porque según cuentan vienen haciendo el ridículo una y otra vez. Claro que ellos dirán dame pan y llámame tonto. A pesar de que El País está en la ruina, debe de pagarles muy bien.
Es de esperar que tras la caída de Sánchez, que ojalá no tarde mucho, los favores gubernamentales se acaben y este panfleto deje de existir.
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